martes, 25 de febrero de 2014

Tres tiempos, dos ruedas, un casco y miles de voces

  


Esta historia transcurre en tres momentos del febrero de 2014, en tres lugares distintos de Caracas. Sin embargo, como pasó, sigue pasando en simultáneo, en la memoria de much@s. Y ahí, en la memoria, es donde los tres tiempos se hacen uno.
El viernes 21 de febrero un grupo de motorizad@s se acercó a las zonas del este con un claro propósito, y no era precisamente amedrentar en las guarimbas. Ese día l@s motorizad@s se fueron a limpiar los escombros que habían dejado los grupos de manifestantes en las adyacencias de Venezolana de Televisión (VTV), en la urbanización Los Ruices.
Más que una solución, era un llamado, una muestra de la posición del movimiento. Una invitación también a trabajar por el país, a cambiar las banderas de la destrucción por la construcción de una Venezuela en calma, encaminada al hacer desde abajo, en colectivo.
Pero ese mismo día, ya en la noche, una guaya atravesada por manifestantes de la urbanización Horizonte, en el municipio Sucre, cobraría la vida de un motorizado. Elvis Rafael Durán era su nombre, tenía 29 años y un hijo de 6. Se dirigía a su casa, pero el temor irracional, el odio de clases y la inconsciencia se lo impidieron.
La reacción más esperada ante esto era que los barrios se alzaran, que el dolor ante la injusticia se volviera rabia, y que esa rabia derivara en enfrentamiento, en un intercambio de sangre, en la guerra por la que algun@s apuestan como “salida” al Gobierno.
“¿No les interesan los venezolanos? Ese motorizado que murió también era venezolano”, reflexiona Alcides Rojas, quien arenga vehementemente a los asesinos de Durán. Es lunes 24 de febrero, y él está a pocos metros del Palacio de Miraflores, en su moto y con sus compañeros mototaxistas de Petare.
Como ellos, miles se acercaron en sus dos ruedas para ratificar su apoyo al Gobierno revolucionario y ponerse a la disposición de los planes de paz que éste impulsa. “Aquí hay un pueblo íntegro, un pueblo que ha llamado a la paz”, era la declaración del representante de la Fuerza Motorizada de Venezuela, Ricardo Vargas.
La respuesta entonces no fue la justicia en manos de la gente, la venganza, para decirlo con menos floritura. El presidente Nicolás Maduro habla al fondo, llama a la paz, al diálogo. Pero sobre todo, invita a la fuerza motorizada a que se involucre en las políticas de paz, a que sean vigilantes de la misma.
Frente a la tarima, l@s miles de motorizad@s reivindican la solicitud, se hacen una voz contra la violencia facha, contra el odio y el temor irracionales. Sentimientos que ese otro sector -a veces a la calladita, a veces con notoriedad- les tiene, y que se acrecientan en coyunturas como la que vive el país. “Se ven las caras”, cantaría Rubén Blades en otro tiempo.
Es 18 de febrero, y en el bulevar de Sabana Grande los opositores se reunían vestidos de blanco, mientras el temor se iba estacionando en sus rostros. En pocos minutos se entregaría a las autoridades Leopoldo López, en respuesta a los cargos por incitación a la violencia que pesaban sobre él desde la noche del miércoles 12 de febrero.
Pero los que allí esperaban se dejaban llevar por un temor que iba más allá del arresto de quien fuera su líder. Eso se verá más adelante. Por ahora, la voz de una muchacha se quiebra y se hace eco de la sensación: “Tengo miedo”, repetía como quien se da ánimo, porque el miedo también mueve si se parte de su reconocimiento.
Minutos más tarde se iría aclarando el miedo, ese que resuena en quienes escucharon al ahora Rambo de los hijos de la cultura de los videojuegos, donde matar es facilito y depende de un botón y una pantalla. Respondieron entonces al llamado del retirado general Ángel Vivas: poner guayas, tumbar motos, matar al distinto, al que se ha aprendido a temer.
En el bulevar comienza una carrera teñida de blanco. En este contexto, se podría esperar alguna detonación, uno que otro botellazo y por lo menos un poquito de sangre, un humito ante estas carreras repentinas. Pero si se veía en dirección contraria a quienes arrancaron en segunda, en tercera velocidad, se podría notar cómo lentamente, en una calma casi malévola, se acercaba un bigote blanco bajo un casco.
Una vez más, el temor se disparaba al sonar de un motor y el andar de un par de ruedas. No hubo tiros, ni bombas, ni nada, sólo un grupo que corría por sus vidas, que no estaban en peligro alguno. El mismo escenario, repetido una y otra vez: ese de la moto es el malo, a juro, siempre. Criminalización de la pobreza, eco de unos ojos que se han cerrado voluntariamente ante un país en pleno cambio.
Y ese cambio se refleja en el rostro de los presentes en Miraflores, gente que veinte años antes no hubiera tenido la oportunidad de estar ahí, tan cerca de un presidente. Mientras tanto, ese presidente, Nicolás Maduro, seguía hablándoles a ellos, a los invisibles o criminalizados, a “los herederos de la caballería de Bolívar”, como los llamó.
A ellos les hace un gesto de inclusión sin precedentes: la conformación de “una Comisión Presidencial de Motorizados y Motorizados para ver el Plan Nacional de Paz y Convivencia”, y que se incorporen “como actores protagónicos del plan”. Pero esto no fue un caso de generación espontánea, sino el resultado de escuchar una solicitud de la Fuerza Motorizada de Venezuela, de la voz de Ricardo Vargas.
El otrora criminal a priori se convertiría entonces en “vigilante, en garante de la paz, la vida y la convivencia en las ciudades, en los barrios”, como continuaría Maduro. Ser protectores de la paz es por lo tanto el llamado del Gobierno al movimiento de motorizad@s, convertirse en “cascos en defensa de la patria”.
Para esto, el anuncio de Maduro sobre la instalación de una Conferencia Nacional por la Paz y la Vida de los Motorizados y Motorizadas. La misma estará a cargo de Miguel Rodríguez Torres, ministro de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, y el titular del despacho de Transporte Terrestre, Haiman El Troudi.
Pero la memoria es caprichosa, ya se sabe. Entonces, del otro lado siguen corriendo ante el sonido de las motos, y Elvis sigue cayendo en la memoria de much@s. Sigue cayendo también en las lágrimas y la voz quebrada de Inés Serrano, conocida como “La China” por sus compañer@s, al recordar el hecho y pedir justicia. “Cuenten con nosotros en esta lucha”, fue el complemento necesario ante la solicitud.
Pero de esa memoria, de esa criminalización de años, nace también el movimiento que hoy plantea, grita lo nuevo. Una gente que se rehace en el reconocimiento del otro, en la rabia transformada en amor, en reconocimiento también de sí mismos como un “fenómeno de movilización de masas”, como diría ahora Vargas, que se hace escuchar nuevamente en nombre de l@s suy@s.
Pero iría más lejos sobre la importancia de este grupo de gente hecha enemiga por algún@s: “Objeto de estudio a nivel nacional e internacional porque nos mueve el apego, la solidaridad, nuestro corazón”.
A este corazón aluden cuando llaman a la paz, al diálogo, a la construcción de esa Venezuela que quieren para sus hij@s. Como la niña de Elvis Durán, que perdió a su padre y ganó unos cuantos, entre los que se cuenta al propio Presidente de la República, quien anunciara que se hará cargo de su protección de forma personal.
Texto: Juan Sebastián Ibarra – Prensa MinComunas
Fotos: Sabrina Porras – Audiovisuales MinComunas



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