miércoles, 25 de junio de 2014

Casa Mejillón se abre al mundo para mostrar pedagogía popular del Inces

 Frutos de “la mar” venezolana tiene quien los siembre


Un colectivo de pescadores margariteños lleva más de tres meses autoformándose para el cultivo ecológico, elprocesamiento y la distribución de moluscos y peces

Prensa Inces / Eleita Céspedes Pérez
Muy temprano, cuando el sol todavía no despunta en el horizonte, salen los pescadores del pueblo de La Guardia, en la isla de Margarita, en sus pequeñas embarcaciones, a buscar el sustento para ellos, sus familias el colectivo neoespartano. Unas cinco horas más tarde, regresan cargados con los frutos de ‘la mar’ como ellos llaman a los peces y moluscos que atrapan en sus redes.
Otros días, salen con el astro rey, casi a pleno cielo, para sumergirse varias veces en el aguamarina, hasta llenar un saco con mejillones (moluscos), verdes o negros, que superan los cuatro centímetros la talla comercial tradicional para este rubro—. Son moluscos criados en las privilegiadas aguas del estado Nueva Esparta, y que llegan a las mesas de las familias venezolanas para convertirse en deliciosos platos, servidos con arroz, en ensaladas o en consomés.
Sujetos con historias
Ocho de estos pescadores margariteños forman parte del Proyecto Integral Socialista Acuícola de Procesamiento, Distribución y Comercialización de Moluscos y Peces Autóctonos de la Región Insular, construido desde el Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista (Inces). Este proyecto agrupa, también, a cuatro estudiantes de la Universidad de Oriente (UDO). En total, son doce sujetos de aprendizaje que cuentan con el acompañamiento de dos maestros pueblo.
Los integrantes de este proyecto tienen como Espacio Integral Socialista (ESI) una pequeña casita muy cercana a la playa, denominada Casa Mejillón, desde donde se divisa una balsa hecha por ellos, con madera y envases de agua, en las primeras actividades formativasDesde allí, además, se ve la piedra donde sacan mejillones pequeñitos, que utilizan como semillas, para luego sembrarlas en esas aguas cristalinas.
Historias que caminan
En la Casa Mejillón, usted va a encontrar a los sujetos de aprendizaje colocando moluscos en una cuerda, de un metro de largo. Ellos colocan los mejillones alrededor, y los cubren con una gasa biodegradable. En cada una de las cuerdas, utilizan kilo y medio de mejillón. Al cabo de 4 meses, las cuerdas deben pesar unos 15 kilos cada una y, así, estarán listas para la cosecha.
Según Ricardo De La Rosa, maestro pueblo, esta técnica, que combina la balsa con el sistema de cuerdas, elimina el buceo en la recolección o cosecha del mejillón; es decir: hay menos riesgos para los pescadores.
Con la nueva pedagogía que se practica desde el Inces, el sujeto desarrolla mayor destreza, más seguridad, y el proyecto se construye comunitariamente. En la comercialización socialista, va primero el ser humano, la comunidad y la producción comprometida con el ambiente”, explica De La Rosa.
En el peñero, navegando hacia la orilla, después de un recorrido por la piedra y la balsa, el sujeto de aprendizaje Niel Petersen Medina recrea los pasos que han seguido, en este Proyecto Integral Socialista, para garantizar la calidad en el cultivo de mejillones:
A diario, se debe chequear como están las cuerdas: monitorear para sacarle el sedimento acumulado, revisar si no se ha quemado la cuerda, por el roce con la plataforma. Se ve el tamaño de los mejillones; si hay mortalidad. La mortalidad puedeocurrir, si los mejillones están muy juntos, muy amuñuñados; o si hay una marea roja. En esos casos, tenemos a los estudiantes de la UDO, especializados en Biología Marina.
Petersen Medina anuncia que, entre octubre y diciembre de este año, van a tener 101 cuerdas de un mejillón óptimo. Prevén participar, con el producto extraído, en la Feria del Mejillón que se realiza todos los años en el pueblo de La Guardia.
Este sujeto de aprendizaje hace hincapié en la necesidad de no arrancar todas las raíces, al extraer el mejillón, “ni utilizar instrumentos que perjudiquen la vida de los que quedan en el mar”. “También, hay que procurar sacar solo los que ya están más grandes y dejar los pequeños para que se sigan reproduciendo”, reitera.
Mujeres a la cabeza
Con la melodía de la brisa del mar y los saludos típicos de algunos de los pescadores que vuelven de su faena, la maestra pueblo Lisbeth Villarroel relata su vivencia entre los sujetos de aprendizaje del Inces, en La Guardia:
Se trata de un intercambio de saberes. Nosotros, como Inces, hemos hecho nuestro aporte, pero estos muchachos tienen mucha experiencia en la producción pesquera. Yo soy parte de ellos. Vivo aquí en La Guardia, y este acompañamiento me ha permitido conocer más a la gente de mi comunidad y establecer una relación de ganar-ganar”.
Esfuerzo colectivo para mantenerse en el terreno
Aquí en la Isla, no sólo vivimos del camarón, de los mejillones; también, vivimos de otros rubros marinos que se dan durante toda la temporada”, aclara Jesús León, mientras vacía un tobo repleto de camarones que ha sacado del mar, en su pequeño peñero.
A unas seis millas de la orilla, Jesús, su hijo y Xavier, otro de los sujetos de aprendizaje, acaban de pescar madreviejas, corocoros, bagres y hasta una culebra marina. El proceso de autoformación les ha permitido el despliegue de la experiencia. El trabajo de estos pescadores se traduce en alimentos para el pueblo de La Guardia, y en el deleite del paladar de los turistas que visitan esa zona de Margarita.

Fotos Inces




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