viernes, 15 de septiembre de 2017

El sospechoso habitual con las manos en la masa

El Cayapo

Cuando usted escuche unas detonaciones en cualquier rincón de este planeta, sepa que están atracando a un pueblo y no dude en sospechar que detrás de esas pistolas, de esos cuchillos, que generan dolor, gritos, llantos y amargura, están los dueños de este mundo y su ejecutor material, que es el emporio drogoarmamentista de los Estados Unidos, sospechoso habitual que siempre encontraremos con las manos en la masa.
Hay demasiadas evidencias y reiteraciones que acusan a estos delincuentes cebados en el asesinato masivo. Desde 1775 hasta hoy 2017, los Estados de la Unión han invadido, bombardeado, ocupado, intervenido, saqueado, robado, asesinado, masacrado, a más de 50 países, algunos reiteradamente, y con los demás mantienen relaciones de chantaje sustentados en su poderío, éste fundamentalmente armamentístico. Todo con el firme propósito de someterlos y destruirlos en sus datos intraculturales, obligándoles a pertenecer al entramado del robo mundial de plusvalía. Para ello se valen de las élites parásitas que aun naciendo en esos territorios, se prestan para venderlos al mejor postor, es decir saqueador.
Desde que la burguesía con su sistema capitalista de producción clavó sus garras sobre la infinidad de culturas que habitaban los territorios hoy conocidos como Canadá y Estados Unidos, no ha parado de invadir, ocupar y bombardear pueblos enteros en todo el planeta con el objetivo de saquearlos y obligarlos a cumplir con contratos leoninos, imponiéndoles deudas impagables que sostiene con la especulación. Cuando compramos su tecnología, ya hemos pagado la plusvalía que posiblemente ella nunca llegue a producir, pero que igual debemos pagar, obligándonos a que les entreguemos a muy bajo costo los recursos naturales y la energía de los trabajadores en condiciones de esclavitud sin que estos dueños paguen servicios de energía, agua, transporte, educación, porque todo eso lo absorben como ganancia, y los pueblos y el territorio lo contabilizamos como gastos en los deteriorados cuerpos.
Para ello, desde la Segunda Guerra Mundial, este emporio criminal cuenta con más de 750 bases militares entre visibles y secretas en aproximadamente 80 países por todo el globo terráqueo, con más de 120 mil tropas acantonadas, sin contar las misiones y agregadurías militares que van y vienen conspirando permanentemente contra los pueblos adonde llegan.
Su presupuesto militar supera los 600 mil millones de dólares, por encima de China con 215 mil millones, Arabia Saudita con 87 mil millones, Rusia con 66 mil millones, Reino Unido con 55 mil millones.
Estos criminales, invasores, saqueadores, estafadores, ladrones de siete suelas, delincuentes de amplio prontuario, nos acusan a los venezolanos (aquí no hablamos de ladrones, apátridas, pitiyanquis, cipayos), como todo buen ladrón, de "¡allá va el ladrón, allá va!". Nos acusan de ser una amenaza, siendo que nosotros no tenemos bases militares en ninguna otra parte del mundo, nunca hemos invadido otros países y la única vez que el ejército libertador salió de estas tierras fue a cortar yugos y cadenas de otros pueblos o en actos profundamente solidarios sin buscar nada a cambio, como no sea la hermandad. Nunca hemos construido muros para evitar la entrada de otros pueblos.
Desde que el presidente Chávez gobernó estas tierras, no se cuenta en nuestro haber masacres ni asesinatos masivos, nunca hemos tenido política de discriminación, no cultivamos bombas atómicas, ni mucho menos las hemos disparado contra otros pueblos. Nunca hemos hecho declaraciones de guerra oficial o clandestinamente contra los pueblos, nunca hemos impuesto sanciones a nadie, jamás hemos cometido genocidios, en ningún momento hemos armado mercenarios para destruir y robar a otros pueblos, nunca hemos perseguido ni comerciado como razón política, ideológica, cultural, ni mucho menos económica a niños, mujeres, negros, homosexuales, indios, religiosos, políticos, artistas o gremialistas de cualquier oficio. No somos ni los primeros ni los segundos, ni nada, en la producción, tráfico y consumo de drogas como sí lo es el emporio drogoarmamentista de los Estados Unidos.
¿Qué motivaciones más allá de la apropiación de plusvalía y materia prima tienen estos ganzúas, para acusarnos de amenaza?
A nuestro sencillo entender hay varias. El capitalismo ya copó todo el planeta, sus stocks de producción están reventados, no hay más mercados a copar y esto obliga a recomponer todo el andamiaje. Necesita asesinar la mercancía-gente, por lo menos 5 mil millones. Destruir los activos, crear nuevas reglas de juego. Esto implica eliminar o adaptar a los Estados-naciones a las necesidades del capital, pero la aplicación de medidas tendientes a supuestamente poner a funcionar la maquinaría ha forjado resistencias y contradicciones en las altas élites que gobiernan, generándose grandes grietas en el monolítico edificio del humanismo.
Europa y Estados Unidos están totalmente arruinados, el capitalismo los destruyó, sólo habita en estos territorios la riqueza muerta. En su dinámica histórica destruyeron bosques, humedales, ríos, mares, mientras acumulaban riquezas que usaron para convertir a otros territorios del planeta en sus minas. Desde entonces han vivido como parásitos, pensando que nunca estos pueblos esclavos restableceríamos la condición de vida plena.

Estas son las razones de peso que justifican las bravuconadas de la Casa Blanca. Intentar eliminar los Estados-naciones que hoy les son rémoras, lastres pesados, que no les permiten dinamizar sus planes de control absoluto sobre los recursos que ya saben finitos.Imaginemos entonces a Europa y Estados Unidos sin el petróleo, sin el gas, sin los cambures, sin los aguacates, sin el café, sin el cacao, sin el maíz, sin la tela, sin el cuero, sin los mares que sus flotas saquean. Sencillamente son unos arruinados y lo saben, y están incapacitados para negociar bajo otras condiciones que no sea por la vía de la pistola y el malandreo. Lo que ellos no saben es que esas industrias de la droga y de las armas también requieren de estas materias primas, y en la medida en que cada pueblo pase a controlar sus recursos se irá evidenciando la ruina de los poderosos dueños que hoy rigen los destinos del planeta.
En 1989, los venezolanos pobres fuimos sometidos a un gran terror buscando que no actuáramos en defensa de la vida colectiva y permitiéramos que estos planes se cumplieran al libre albedrío de los dueños y sus jalabolas internos, pero hay vientos que traen tormentas: a nadie se le ocurrió que esos hechos contribuirían a fortalecer en un joven grupo de militares un sueño, rumiado en miles de insomnios, y a tomar la decisión de irrumpir para hacer la historia.
En adelante sólo sabemos de obstinaciones, de esfuerzos, de amalgama, de fuerza-pueblo, intuyendo su destino, todo ello en medio de una guerra declarada por los cascos imperiales y sus lacayos internos.
Hoy a 28 años de aquellos hechos, un nuevo plano se abre ante el debilitamiento de los poderosos (aunque parezca contradictorio, por muy poderosos que sean, su carrera hacia la debilidad es indetenible), con fuerza inaudita surge una propuesta política que nos hace como pueblo comprender la historia y la fuerza que somos unidos. La Constituyente, compuerta política que nos obliga a dimensionar y dimensionarnos en la historia dinámica que estamos viviendo, es la poderosa arma con que hoy contamos los venezolanos como ejemplo al mundo.
Ante estos hechos, los dueños temen, odian y arremeten con mucha peligrosidad, todos los pobres, estemos o no con el Gobierno, debemos comprender que este atrevimiento de plantarle pelea a los dueños jamás será perdonado. Es importante crear memoria histórica de nosotros como pobres. Recordemos Haití, que en 1804 se pegaron a los grandes imperios de la época: Inglaterra, Francia, España, y estos nunca los han perdonado ni los perdonarán mientras existan como poderosos, porque el odio no es nuevo en ellos, es su alimento.
Pero en este momento histórico, a diferencia de los poderosos, nosotros los pobres estamos con el pulso de la historia, navegamos en la cresta de la ola, mientras ellos van a la deriva, en los mares del nunca vuelvo.
Mantengámonos alerta, en ofensiva, que esta batalla como las otras también es victoria sumada a favor. Pero no nos descuidemos, porque lo fundamental es ganar la guerra.
Lo anterior ha sido entrenamiento, preparémonos para pensar, diseñar lo por venir, porque eso no cae del cielo ni brota como un manantial. Eso sólo es posible cuando como pueblo pensemos colectivamente lo que debemos hacer, porque a una cultura sólo la puede sustituir otra.
Que los millones de pobres que somos nos pongamos para el pensamiento, para la disciplina, para la organización, para la planificación. No le dejemos a los mediocres el arte de la política en ninguna de las ramas, irrumpamos como río crecido en las entelequias anquilosadas de las ideas actuales y arrasemos con sus conceptos, hoy en manos de charlatanes que buscan engañarnos para convencernos que es mejor seguir siendo esclavos.
Usemos la herramienta constituyente como una permanente fuente de pensamiento, no dejemos solos a la dirección política, no dejemos solos a los constituyentistas, que la burguesía tiene mucha mochila de plata y, agazapada en su derrota, espera el momento de comprar, convencer, corromper y alentar la traición. No hagamos críticas, hagamos política. No hagamos caso de los bueyes cansados de la izquierda.
No olvidemos de dónde venimos. Fuimos criados por una familia burguesa. Aunque no tengamos plata, una escuela burguesa. Aunque estuviera en el caserío o en el barrio, una universidad que transmite el conocimiento del sometimiento. Un ejército que se alimenta de nosotros criados y amamantados en esta cultura burguesa. Y los constituyentistas no vienen de Venus ni han sido purificados en los fuegos del sol, son iguales a nosotros. No les pidamos que no se vendan, más bien empujemos para que en estos dos años se hagan líderes, que entiendan que eso sirve única y exclusivamente para servir y no para lucrarse, como hasta ahora han hecho los dueños de este planeta. Que su satisfacción sea morir como el Comandante, con la inmensa alegría de que a pesar de su desaparición, su obra continúa, no se derrumbó.
Pero también tenemos los ejemplos de aquellos que fueron comprados, que vacilaron. Hoy vivos, pertenecen como muestra a no imitar en su sequedad, al basurero de la historia, evitemos que los compañeros se degraden hacia esa condición. Hagamos que sean chavistas de cuerpo y vísceras, de fuego interior, de sueños por construir país.

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