lunes, 30 de junio de 2014

Irak, las páginas borradas de la historia


La invasión, este mes, de una parte de Irak por un ejército privado, el llamado Emirato Islámico en Irak y el Levante (EIIL), no es otra cosa que la tercera guerra que Washington desata contra Irak. O más bien la continuación de una guerra iniciada en 1990 y que no ha terminado aún, a pesar de que las tropas de Estados Unidos se retiraron de Irak el 15 de diciembre de 2011. Manlio Dinucci nos recuerda el objetivo a largo plazo de la invasión estadounidense.
  
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Hace 24 años que Washington está «pacificando» Irak.
Como en la conocida novela 1984, de George Orwell, el Big Brother político-mediático reescribe la historia constantemente borrando páginas como las de las dos guerras contra Irak, fundamentales para la comprensión de los acontecimientos actuales. Es por lo tanto importante recordar los aspectos esenciales de ambas agresiones.

La primera guerra post-guerra fría

El Irak de Sadam Husein, que al invadir Kuwait el 2 de agosto de 1990 proporcionó a Estados Unidos la justificación necesaria para poner en práctica su estrategia posterior a la guerra fría, es el mismo Irak que Estados Unidos había estado apoyando justo antes de la invasión. A partir de 1980, Estados Unidos lo apoyó en la guerra contra el Irán del ayatola Khomeiny, considerado en aquel entonces como el «enemigo número 1». En aquella época, el Pentágono incluso proporcionó al mando iraquí las fotos del dispositivo militar iraní captadas por los satélites estadounidenses. Obedeciendo instrucciones de Washington, Kuwait concedió grandes préstamos a Bagdad.
Pero en 1988, con el fin de aquella guerra, Washington teme que Irak llegue a asumir un papel predominante en la región gracias a la ayuda soviética. Eso determina un cambio en la actitud de Kuwait, que exige entonces el pago inmediato de la deuda e intensifica la extracción de petróleo en el yacimiento de Rumaila, que se extiende entre Kuwait e Irak. El emirato perjudica así la economía de Irak, que está saliendo de 8 años de guerra con una deuda externa superior a los 70 000 millones de dólares. Sadam Husein piensa entonces que puede resolver el problema «reanexando» el emirato kuwaití que, en función de las fronteras trazadas en 1922 por el procónsul británico sir Percy Cox, corta el acceso de Irak a las aguas del Golfo.
Perfectamente al tanto del plan de Sadam Husein, Estados Unidos hace creer al gobernante iraquí que no tiene intenciones de intervenir en el asunto. El 25 de julio de 1990, en momentos en los satélites militares estadounidenses muestran que la invasión es inminente, la embajadora de Estados Unidos en Bagdad, April Glasbie, asegura a Sadam Husein que Estados Unidos no tiene opinión alguna sobre la disputa con Kuwait y que Washington desea mantener las mejores relaciones con Irak. Una semana después, Sadam Husein ordena la invasión, cometiendo así un colosal error de cálculo político. Estados Unidos designa al ex aliado como enemigo número 1, forma una coalición internacional, envía al Golfo una fuerza de 750 000 hombres (el 70% son estadounidenses) bajo las órdenes del general [estadounidense] Norman Schwarzkopf. La operación «Tormenta del Desierto» se inicia el 17 de enero de 1991.
En 43 días, en lo que fue presentado como «la más intensa campaña de bombardeos de la historia», la aviación de Estados Unidos y de sus aliados (entre ellos Francia e Italia) utiliza 2 800 aviones en la realización de 110 000 misiones aéreas y lanzan sobre Irak 250 000 bombas, entre ellas las bombas de racimo que a su vez contienen en total 10 millones de submuniciones o bombas más pequeñas. El 23 de febrero las tropas de la coalición, con más de 500 000 hombres, emprenden la ofensiva terrestre que, al cabo de 300 horas de carnicería, se termina el 28 de febrero con un «cese del fuego temporal» proclamado por el presidente George Bush (padre).
Nadie conoce con exactitud la cantidad de iraquíes muertos en esa guerra. Según un estimado, serían unos 300 000, entre militares y civiles, seguramente muchos más. Miles fueron sepultados vivos en las trincheras por los tanques, convertidos en buldóceres.

El embargo y la ocupación

En esa primera guerra, Washington decide no ocupar Irak para no alarmar a Moscú, en plena fase crítica de la disolución de la URSS, y evitar favorecer al Irán de Khomeiny. Washington prefiere avanzar paso a paso, primeramente golpeando a Irak y aislándolo después con el embargo.
A lo largo de los siguientes 10 años, el embargo provoca la muerte de alrededor de medio millón de niños iraquíes y de una cantidad similar de adultos, víctimas de la desnutrición, de la escasez de agua potable, de los efectos del uranio empobrecido y por falta de medicinas. La estrategia del embargo, iniciada por Bush padre (presidente de 1989 a 1993), se mantiene bajo la administración del demócrata Clinton (de 1993 a 2001).
Pero algunos factores cambian durante los años 1990. La ocupación de Irak, que ocupa una posición geoestratégica clave en el Medio Oriente, parece haberse convertido en un objetivo realizable. El Project for the New American Century, grupo de presión creado para «promover el liderazgo global americano», pide en enero de 1998 al presidente Clinton «emprender una acción militar para sacar a Sadam Husein del poder». Más tarde, en septiembre de 2000 y en otro documento, ese mismo grupo precisa que «la exigencia de mantener en el Golfo una fuerza militar americana consistente va más allá de la cuestión del régimen de Sadam Husein» ya que el Golfo es «una región de importancia vital» donde Estados Unidos debe desempeñar «un papel permanente».
La nueva estrategia, cuyo ejecutor será George W. Bush (hijo del presidente autor de la primera guerra), está por lo tanto decidida antes de que el sucesor de Bill Clinton llegue a instalarse en la Casa Blanca, en enero de 2001.
Esa estrategia recibe un impulso decisivo con los atentados terroristas registrados en Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001 (orquestados –como lo demuestran toda una serie de pruebas– desde adentro).
En febrero de 2003, el secretario de Estado Colin Powell presenta al Consejo de Seguridad de la ONU las «pruebas» –proporcionadas por la CIA y que posteriormente resultaron ser falsas, cosa que reconoció el propio Powell en persona– de que el régimen de Sadam Husein posee armas de destrucción masiva y de que respalda a al-Qaeda. Como el Consejo de Seguridad se niega a autorizar la guerra, Estados Unidos pasa por encima de ese órgano de la ONU.
La guerra comienza el 19 de marzo. El 1º de mayo, a bordo del portaviones USS Lincoln, el presidente George W. Bush anuncia «la liberación de Irak» subrayando que de esa manera Estados Unidos «ha eliminado un aliado de al-Qaeda».

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