sábado, 13 de diciembre de 2014

El ataque de la ''farmafia'' venezolana



Desde el descubrimiento de la penicilina hasta los antibióticos de última generación, toda la industria farmacéutica parece estar enfocada en la curación. Los estadios prolongados de guerra hicieron que la industrialización de fármacos y cuidados se profesionalizara y se masificara. Los heridos se contaban por millones y había que sanarlos, pero, ¿con qué fin? Para que pudiesen volver al campo de batalla.
Hoy día la medicina occidental impera en la producción y distribución de medicamentos. Las guerras no han cesado, pero para mayor satisfacción de la industria, no se necesita ser herido en batalla para ser un consumidor más de cualquier tipo de medicamento. Hoy consumimos desde antihipertensivos hasta vitaminas, todo en mágicas capsulitas que no sanan a nadie pero que engordan las arcas de la industria.
Los ingresos anuales de la industria farmacéutica superan el ingreso de 490 empresas de otros rubros. Solamente en 2013, Pfizer obtuvo 51 millones de dólares en ganancias por la venta de sus productos. Se calcula que a nivel mundial el sector farmacéutico tenga un valor superior a los 700 mil millones de dólares.
Este año, Pfizer reportó el más alto valor de sus acciones en la bolsa de Nueva York, con un 1,98 dólares por acción que se traducen en 14.100 millones de dólares, ganancia alcanzada gracias a la comercialización de sus productos para tratar el cáncer.  Además obtuvo adicionalmente 10 mil millones de dólares con las ventas de su nueva empresa, Zoetis, que abarca el negocio de la salud animal.
Pfizer es el líder en venta de analgésicos y antipiréticos en Venezuela. El consumo de ese tipo de medicamentos, solamente en nuestro país, arroja la ganancia de 66 millones de dólares al año. De esa cifra, Pfizer se hace con unos cuantos millones sólo con la distribución de atamel (¿les suena?), el gran desaparecido de las farmacias durante la ofensiva económica propinada por los sectores derechosos del comercio contra el Estado venezolano y que “coincidió” perfectamente con el incremento de casos por fiebre chikungunya en nuestro país.

Hablemos de divisas

En Venezuela, cámaras de comercio del sector farmacéutico obtienen por parte del Estado cuantiosas sumas de dólares para la importación y distribución de medicinas y material médico quirúrgico. La gráfica muestra las cifras en divisas que obtuvo cada casa comercial farmacéuticadesde 2004 hasta 2012. Sin dejar pasar el siguiente detallito: a mediados del año pasado, a través de Cencoex, se autorizó la liquidación de 2.234.251.422,32 dólares a empresas del sector salud desde el 1 de enero al 21 de agosto de este año.

Todas estas empresas están adscritas a las diferentes cámaras de industrias farmacéuticas:
  • Caveme (Cámara Venezolana de Medicamentos)
  • Canamega (Cámara Nacional de Medicamentos Genéricos y Afines)
  • Camesip (Cámara de Medicamentos sin Prescripción)
  • Cafame (Cámara de Fabricantes de Productos Médico-quirúrgicos)
  • Cifar (Cámara Venezolana de Industrias Farmacéuticas)
  • Aveden (Asociación Venezolana de Distribuidores y Equipos Médicos, Odontológicos, de Laboratorios y Afines)
  • Asodilab (Asociación Venezolana de Importadores y Distribuidores de Equipos de Laboratorios y Afines).
Todas estas cámaras de comercialización reciben dólares del Estado venezolano para la importación de sus productos. Por ejemplo, en 2011 se aprobaron más de 4 mil millones de dólares para ese sector, y ya en esa fecha se hablaba de escasez de medicamentos.
A inicios de este año, con el salidismo en plena declaración de guerra, el Estado destinó más de 9 mil millones de dólares a la Cámara Venezolana de Industrias Farmacéutica (Cifar). Un reportaje publicado por la revista Zeta, en enero de este año, preparaba el terreno para lo que venía en el campo de los medicamentos. La periodista Aída Gutiérrez habla en su introducción sobre los "frutos" de la supuesta retención de divisas al sector: la futura escasez de medicinas. El caretablismo sin compón.
Meses después, el 4 de junio, Eduardo Marín, diputado de Primero Justicia, aseguraba que "la escasez de medicamentos podría desencadenar un estallido social”, y que “el Gobierno no es capaz de garantizar el suministro de medicamentos”.
La guerra económica contra el pueblo venezolano se libró en todos los rubros, el acaparamiento y el contrabando de extracción no ocurrían únicamente con los productos de alimentación. La desaparición provocada de productos de limpieza, materiales de construcción, de aseo personal y medicamentos fueron el botín de los contrabandistas y el logro de los conspiradores.
El domingo 12 de octubre, en un terreno baldío de Maturín, estado Monagas, se encontraron 30 bolsas de medicamentos, en los que predominaban el famoso atamel y otros tipos de antipiréticos.
Dos semanas después, el 26 de octubre, el propio presidente Nicolás Maduro mostró en cadena nacional la incautación de medicinas y material médico-quirúrgico en un galpón de Tejerías en el estado Aragua. Más de 14 millones de jeringas de todos los calibres se encontraron en ese lugar.
"Veníamos en dos camiones full de insumos, y delante nuestro ya habían salido más de cinco camiones que iban a distribuir en otros estados; ese galpón se veía como si no hubiesen sacado ni una sola aguja, eso estaba de más de full", me contaba Richard, el chofer de uno de los camiones que transportó material desde ese galpón en Aragua hasta el Hospital Universitario de Ciudad Bolívar.
Ese galpón pertenecía a la empresa Hospimedic, Suministros Jayor, adscrita a la Cámara Venezolana de Farmacia donde Venamchan (la cámara de comercio gringa-venezolana) tiene sus garras bien metidas. Ellos, durante 10 años, recibieron por parte del Estado venezolano más de 236 millones de dólares para importación, y en 2014 les otorgaron 24 millones. Simbólica y objetivamente, ese galpón representaba la acción más cruenta de agresión contra la vida misma. Un poco para que supiéramos a qué clase de enemigo enfrentamos a diario.
"Nosotros queremos transmitirle tranquilidad al pueblo venezolano en cuanto a la producción y elaboración de los medicamentos, estamos trabajando arduamente para abastecer los anaqueles de las farmacias lo más pronto posible". Declaró Jorge Rivas, presidente de la Cámara Nacional de Medicamentos Genéricos y Afines (Canamega). Lo dice hace apenas dos días, en reunión con la ministra de Salud  y luego de que nosotros resistiéramos 11 meses completos la escasez de sus drogas.
Finaliza 2014 y salimos victoriosos de un ataque feroz a la economía y a la tranquilidad de un pueblo. Más allá de este análisis primario vale la pena reflexionar sobre la dependencia de la que somos víctimas, consumidores autómatas de todo lo que se oferta y lo que se supone que nos arregla la vida.
Pfizer no vende cantidades de atamel por la efectividad del medicamento, sino porque la penetración mediática, comercial y propagandística hace que así sea. Ya no nos curamos el dolor de cabeza con analgésicos naturales sino con dos pepas de atamel. Ya no nos tratamos el catarro con un guarapo de jengibre sino que vamos a la farmacia por un Teratos.
Por eso nos joden. Los medicamentos que más escasearon durante la guerra económica fueron los antihipertensivos y los medicamentos para tratar la diabetes. Enfermedades asociadas al consumo de grasas, azúcares, sales y carbohidratos. Los alimentos que consumimos diariamente, de procesamiento industrial la mayoría, son millonarios en azúcar, sal, grasa y carbohidratos, si no que lo diga Mendoza y su exitosa pangarina con su margarina mavesa. 
Nada de esto es casual, la medicina oficial, "la científica", opaca otras formas de tratamiento que no sean serviles al sistema de dominación. Para perpetuarse, la industria de alimentación y la farmacéutica van de la mano.
La primera está diseñada para crear enfermedades mientras hace que te alimenta, y la otra vende la droga que apacigua los síntomas de esas enfermedades, no la cura, porque si las curara, ¿a quién le van a vender luego?
Hoy se va estabilizando el mercado. Los dueños y conspiradores de siempre atacaron, midieron la capacidad de respuesta y resistencia. Nosotros ideamos y recordamos viejas formas de curación.
Nosotros resistimos y los dejamos al descubierto. Ellos no volverán.

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