sábado, 24 de octubre de 2015

Palestina: Una nueva Intifada para una nueva generación



Por David Herst
Hoy, sin embargo, ningún muro ni ninguna barrera de separación permite contener el levantamiento. Los ataques de la semana pasada han tenido lugar en zonas no controladas por la OLP: Jerusalén Este, Afoula y Tel Aviv. Otros factores intervienen igualmente. Es la primera Intifada en la que los Palestinos no buscan una intervención de los Estados árabes vecinos.
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Unos días antes de apuñalar y matar a dos judíos ultraortodoxos en la ciudad vieja de Jerusalén y luego ser él mismo abatido, Muhannad Halabi se dirigió a su presidente en su página Facebook /1. En su discurso en la ONU Mahmud Abbas había acusado a Israel de dejar que los extremistas entraran en el recinto de Al Aqsa.
“Bonito discurso, señor presidente, pero no reconocemos Jerusalén Este y Jerusalén Oeste. Solo sabemos que
Jerusalén es una e indivisible, y cada una de sus partes es sagrada. Perdone, señor presidente, pero lo que ocurre a las mujeres de Al Aqsa y al propio Al Aqsa no se detendrá con medidas pacíficas. No hemos sido educados para ser humillados”.
El mensaje del joven de 19 años estaba claro: el tiempo de las palabras ha pasado. La tercera Intifada, afirmaba, ya ha comenzado.
Halabi hablaba en nombre de su generación. Nació un año después de la firma de los acuerdos de Oslo II en Taba, que pusieron en pie una autoridad palestina provisional autónoma para Cisjordania y Gaza. A los 4 años, Halabi debería haber sido testigo de un acuerdo global de paz en el que Israel habría cedido el control de los Territorios a cambio de la paz. Cuando Muhannad Halabi tenía 7 años, Israel comenzó a construir el muro destinado a dividir Cisjordania en Bantustanes. Cuando cumplió los 8 años ocurrió la muerte de Yasser, librando a Israel de un dirigente palestino que describía como hombre “con dos caras”. Fue reemplazado por Mahmud Abbas, cuyo único rostro era y sigue siendo el de un hombre implacablemente opuesto a la violencia.
La generación de Halabi habría debido ver la paz. Habría debido disfrutar de los programas de Tony Blair y de Salam Fayyad para regenerar la economía de Cisjordania. En su lugar, esta generación ha visto la llegada de 600 000 colonos, la progresiva desaparición de los palestinos de Jerusalén Este, una fuerza de seguridad palestina cuyo papel era detener las protestas palestinas y ha visto también las intrusiones de los judíos israelíes, que se presentaban primero como turistas, en el complejo de Al Aqsa. En lugar de un arreglo final de la situación, la generación de Halabi ha conocido la pérdida definitiva de toda esperanza.
Lo anterior, más que el número de muertos o de heridos, o que el fenómeno de los ataques con cuchillos que se producen en todo el país, es lo que transforma estas circunstancias en una Intifada (que significa sacudir, en árabe).
Es una nueva generación que intenta sacudir a su ocupante y que redescubre la lucha realizada por las generaciones precedentes. Lo que ocurra las semanas, los meses o incluso los años próximos será su lucha.
El elemento desencadenante es Al Aqsa, un símbolo que está roído piedra a piedra por la lluvia ácida de la política sectaria de Jerusalén. Aunque el Gran Rabinato prohíba a los judíos la entrada en el complejo que designa como el Monte del Templo, el statu quo en Al Aqsa está a punto de cambiar. El Waqf, la institución islámica de administración de los santos lugares controlada por Jordania, no recibe ya los ingresos por la entrada y no es capaz de prohibir a los no musulmanes pasar la puerta controlada por Israel.
“Mientras el Waqf continúa trabajando con la policía para hacer que se respete la prohibición del rezo judío, la institución no es ya capaz de determinar el tamaño de los grupos judíos ni el precio de su entrada; no puede tampoco oponerse a la entrada de militantes concretos que considera como provocadores. Israel ha autorizado a veces que entren judíos en grupos de diez, treinta e incluso cincuenta personas, incluso con uniforme militar, lo que anteriormente había sido prohibido”, ha informado recientemente el International Crisis Group.
En 2012, miembros de la Knesset así como viceministros y ministros reivindicaron en un video la soberanía israelí sobre el conjunto del lugar.
Para la generación de Halabi, no es solo una cuestión religiosa. Al Aqsa es un símbolo de identidad nacional, el último símbolo aún en pie de una identidad que ha sido completamente saqueada por el Estado israelí. Unifica a los palestinos, religiosos y laicos. Los primeros palestinos que han atacado a los judíos religiosos en Al Aqsa eran de un grupo revolucionario laico, el Frente Popular de Liberación de Palestina (FPLP). Defender Al Aqsa de la intrusión de los judíos nacional-religiosos es una cuestión existencial. Dice a todos los palestinos: “Si no luchamos por esto, más vale dejarlo todo”.
Halabi no tenía necesidad de ser incitado para actuar. Tampoco ha esperado las órdenes del Fatah o de Hamas. Ha tomado su propia decisión, como lo hacen otros miles de jóvenes, vivan en Cisjordania, Gaza o Israel.
La primera y la segunda Intifada tomaron por sorpresa a los dirigentes palestinos. La primera comenzó cuando un camión del ejército israelí chocó contra dos furgonetas que transportaban a trabajadores palestinos, matando a cuatro de ellos. La segunda Intifada fue desencadenada por Ariel Sharon, entonces en la oposición, cuando apareció en el recinto de Al Aqsa con un millar de policías israelíes y repitió la frase difundida cuando las tropas israelíes tomaron el control de Jerusalén Este en la guerra de los Seis Días en 1967: “El Monte del Templo está en nuestras manos”. Pero en los días que siguieron a cada uno de esos acontecimientos, los dirigentes reivindicaron una posición de control y comenzaron a dar órdenes.
Jamal Zakout, que redactó el Comunicado nº 2 en nombre de la Dirección Nacional Unificada de la Intifada de 1987, nos ha recordado su objetivo: “Consideraba la intifada, su dirección y su base popular activista como una parte integrante de la OLP y no como un sustituto de esta última”. Hoy, la OLP, bajo la dirección de Mahmud Abbas, no quiere saber nada, y por esa misma razón, lucha por controlar la situación.
Un reciente sondeo /4 realizado por Khalil Shikaki, investigador y politólogo, ha revelado que el 42% de los palestinos estima que solo una lucha armada haría posible la creación de un Estado palestino independiente, y que el 57% no creía ya en la posibilidad de una solución de dos estados. Dos tercios de ellos deseaban reemplazar a Abbas en el puesto de presidente.
La joven generación toma sus propias decisiones, desafiando así tanto a Fatah como a Hamas. Si una foto pudiera resumir esto /5 sería la de una joven con vaqueros y kefia que pasa piedras a un joven enmascarado que lleva una cinta verde de Hamas. Los jóvenes, laicos y religiosos, se han unido para protestar. Sin excepción, cada joven que coge un cuchillo o lanza una piedra actúa por iniciativa propia.
Esto engendra peligros únicos para Israel. En efecto, Israel puede ocuparse de los grupos deteniendo o asesinando a sus dirigentes, y luego negociando finalmente un alto el fuego. Israel no puede impedir que individuos tomen sus propias decisiones desesperadas. No puede más que provocarlas aún más recurriendo a demoliciones de casas u otras medidas de castigo colectivo.
Otros factores únicos vienen a enmarcar esta Intifada. Las dos primeras Intifadas fueron realizadas desde Cisjordania y Gaza. Los ciudadanos palestinos de Israel tomaron parte en protestas al comienzo de la segunda Intifada, pero fueron efímeras. Los “Palestinos de 1948” no han estado en un primer plano de las protestas populares desde la Jornada de la Tierra, en 1976. El 30 de marzo de 1976, miles de palestinos de la región septentrional del Triángulo habían salido a manifestarse para protestar contra la expropiación de amplias extensiones de tierra en el marco de una política abiertamente declarada de “judeizar” la zona /6.
Hoy, sin embargo, ningún muro ni ninguna barrera de separación permite contener el levantamiento. Los ataques de la semana pasada han tenido lugar en zonas no controladas por la OLP: Jerusalén Este, Afoula y Tel Aviv. Otros factores intervienen igualmente. Es la primera Intifada en la que los Palestinos no buscan una intervención de los Estados árabes vecinos. Quizá sea un signo de nuestro tiempo o del caos que rodea las propias fronteras de Israel.
Hasta ahora, la reacción de Israel a la Intifada ha sido una pérdida de confianza respecto al Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu y un apoyo a dirigentes aún más a la derecha. Según el último sondeo publicado el domingo por el diario Yediot Aharonot, el 73% de los israelíes se han mostrado insatisfechos de la forma en que Netanyahu ha abordado los recientes ataques. Cuando se les ha preguntado quien era el más calificado para gestionar la situación, dos ultranacionalistas, el antiguo Ministro de Asuntos Exteriores Avigdor Lieberman y el Ministro de Educación y partidario de la colonización Naftali Bennett, han ocupado respectivamente el primer y el segundo lugar. Cuando era Ministro de Asuntos Exteriores, Lieberman había encargado a unos abogados examinar proyectos de una pretendida “transferencia estatal” de la población palestina del norte de Israel hacia un Estado palestino.
Pero los israelíes están siendo igualmente animados a tomarse la justicia por su mano /7. Israel, que ya es una sociedad tremendamente armada (en 2013, alrededor de 160 000 permisos de armas de fuego fueron concedidos a ciudadanos israelís, y 130 000 a organizaciones israelíes), está a punto de serlo aún más. En Jerusalén, esto se hace con el impulso explícito del alcalde Nir Barkat, que ha neutralizado con su guardaespaldas a un palestino que había apuñalado a un judío en la calle. Luego, Barkat ha sido visto con un fusil de asalto en el barrio palestino de Beit Hanina /8. Grupos de autodefensa han sido ya vistos acosando a los trabajadores palestinos en las calles de Jerusalén, y planificando su camino hacia las zonas en las desempeñan su trabajo de limpieza.
Están reunidos todos los ingredientes para una larga y sangrienta lucha en la que innumerables inocentes morirán por ambos bandos. De alguna forma, Israel ha descubierto el secreto que se les ha escapado a tantas generaciones de físicos: el secreto del movimiento perpetuo. Cada vez que su aparato de seguridad se felicita por haber apagado una Intifada, se levanta otra. Cada vez, la llama es reavivada por la experiencia personal de desesperación, de abatimiento y de indignidad vivida por una nueva generación.
Solo hay un medio de salir de este círculo vicioso de conquista, represión y resistencia. Corresponde a los judíos israelíes mirarse en el espejo y reconciliarse con quienes comparten la tierra, tratándoles de igual a igual. Y esto por una única y sencilla razón: los palestinos están aquí para quedarse, generación tras generación.
* David Herst es redactor jefe de Middle East Eye. Fue editorialista jefe de la sección Extranjero del diario The Guardian, donde ocupó precedentemente los puestos de redactor asociado en las secciones de Exterior y Europa, y luego jefe de la oficina de Moscú y corresponsal europeo e irlandés. Antes de trabajar en The Guardian, era corresponsal de la sección Educación del diario The Scotsman.
fuente: Kaos en la Red

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