martes, 16 de febrero de 2016

Hacia la bioremediación de los suelos contaminados

 El Ivic realiza ensayos con la moringa y exoesqueletos de crustáceos

*Buscan aprovechar residuos agroindustriales.

Altos de Pipe, 16 de febrero de 2016 (Ronald Aponte).-


¿Sabías que la tusa del maíz tiene un alto contenido de nitrógeno o que el bagazo de la sábila es rico en carbono? Estos residuos, así como los que derivan de la cascarilla de arroz y la caña de azúcar, cuentan con diversos nutrientes naturales que pueden ser aprovechados para recuperar los suelos impactados por las actividades contaminantes del ser humano.

El Laboratorio de Ecología de Suelos del Centro de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic), ejecuta un proyecto financiado a través del Programa de Estimulo a la Innovación e Investigación (PEII) que busca, en primera instancia, utilizar los residuos agroindustriales para recuperar los suelos afectados por hidrocarburos.

Los investigadores del Ivic, Saúl Flores y Mirla Rodríguez explicaron que mediante múltiples metodologías están llevando a cabo ensayos con mezclas de diferentes residuos agroindustriales, los cuales se prueban en suelos de la faja petrolífera del Orinoco “Hugo Chávez”, específicamente en el bloque Junin de la región del Sur del estado Anzoátegui.

Aseguran que en esta zona ocurre la mayor explotación de crudo y es la más propensa a derrames petroleros. “Por ello, la intención del uso de estos residuos es bio-estimular el suelo y ayudar a que los microorganismos que viven allí faciliten la degradación de una buena parte del hidrocarburo”, informó Flores.

Agregó que en los experimentos no están usando ningún tipo de fertilizantes o agroquímicos, “simplemente estamos aprovechando las bondades y nutrientes de la naturaleza para crear un producto totalmente orgánico que optimice las condiciones de los suelos”, aseguró.


Trabajo mancomunado

La segunda arista del proyecto se está desarrollando en colaboración con los investigadores José Becerra y Flaminio Cordido, del Centro de Ingeniería de Materiales y Nanotecnología del Ivic; la cual persigue la creación de un sustrato “criollo” para la germinación de semillas en vivero y en el campo de la floricultura, donde se obtenga un producto que abarate los costos de importación y fortalezca el aparato agroproductivo, como paso necesario para la reducción del rentismo petrolero.

Flores detalló que dicho sustrato podría suministrar nutrientes y agua a la planta, fundamentalmente, mediante una liberación controlada. Además, también puede ser utilizado para la restauración ecológica.

Mezcla con quitosano

En este sentido, los especialistas José Becerra y Flaminio Cordido, explicaron que en fase experimental están mezclando la vaina que contiene la semilla de la moringa -conocida también como la planta de la vida- con el quitosano, el cual no es más, que un subproducto que genera la industria pesquera en grandes cantidades provenientes de los exoesqueletos de crustáceos (cangrejos, calamares, camarones, etc.).

El quitosano, se obtiene de un polímero natural llamado quitina -muy abundante en la naturaleza-  a través de un proceso de desacetilación alcalina.

Los científicos detallaron que ambos productos por separado son potenciales absorbentes de metales pesados, además de tener propiedades floculantes y coagulantes. En la vaina de la moringa se ha encontrado bandas de absorción de grupos funcionales como O­H, N­H, C–O y C­H, característica que le suministra a este subproducto un potencial uso para la remoción de contaminantes en soluciones acuosas.

Por su parte, el quitosano presenta una característica catiónica, la cual es responsable de su actividad floculante. Por estas razones, se busca fusionar ambos materiales y encontrar la mayor eficacia posible para la biorremediación de suelos y purificación de aguas contaminadas.
 
Adelantos

En la actualidad los investigadores han construido un producto sólido (biofiltro)  desarrollado a partir de la evaporación del solvente mediante liofilización de la mezcla de ambos sub-productos, lo cual genera, a escala microscópica, una estructura porosa.

Estos biofiltros son colocados en soluciones que contienen el metal bajo estudio, para así determinar la capacidad de absorción usando la técnica de Espectrometría de Absorción Atómica. El objetivo final de la investigación es desarrollar un producto que se entierre en los suelos contaminados, absorba los metales y puedan ser recuperados, mediante la desorción, para ser reutilizados”, puntualizó Flaminio. 

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